martes, 4 de diciembre de 2012

Bueno... me desvié del tema.

'Ola k ase'


Bueno en primer lugar pediros perdón por no haber escrito desde hace mucho, pero es que he tenido problemas escribiendo poesías y además me picaba un poco la oreja. Pero ya estoy aquí, tranquilos. Me amáis, lo se, aunque penséis que soy imbécil, me amáis (soy muy imbécil).

Bueno, bueno, bueno ¿qué tal han ido esas semanas piltrafillas? A mí me ha dado tiempo a hacer un curso de fotografía y todo jeje (no tiene gracia). Un tio muy majo, barbudo con pintas de indignado y muy buena persona estuvo ejerciendo para nosotros de marvelous profesor.

He aprendido a hacer fotos. Los que no sabéis, lo siento, sois unos pringados... ¡¡BASTA!!Os puedo llamar "pringados" porque, por una vez en mi vida se hacer algo que no sabéis hacer vosotros. Venga, va, lo admito, yo soy el pringado supremo que se corta los dedos con la cadena de la bici. Pero soy feliz, ¿eh? That's so important!

Bueno que me tiré cuatro días intentando hacer una cosa que se llama barrido, que es poner el obturador muy abierto, el diafragma muy cerrado, el ISO muy sensible, el temporizador muy largo, la distancia fecal... perdón, -focal- intermedia y... bueno mil cosas más que el modo automático lo hacía de perlas.

Una vez preparada la cámara con todos esos modos tocaba apuntar al coche (aquí arriba hay un ejemplo de barrido a un pagafantas bibiclistero) y seguirle mientras se rodaba por la calle. Algunos conductores pensarían que les iba a pegar un tiro. Supongo que la impresión de ver a un tipo con un objeto negro incrustado en un ojo lloroso intentando ver algo a través de la pantallita (tenía la tapa de la lente puesta, obviamente veía todo negro), la frente fungida, sudando, la camisa rota, un gato pulgoso en la harapienta capucha de la sudadera, descalzo, rodeado de moscas, bailando el hula-hula y subido a una palmera (esto último es verídico) no debería ser muy reconfortante. 

Es por ello (supongo, a lo mejor era debido a algún tipo de hongo. TOMA RIMA, ¡ME VOY AL CONGO! Perdón) por lo que uno aceleró, atropelló a una señora que paseaba una tortuga mediterránea, paró, hicieron los papeles amistosos para el seguro de la cadera de titanio, subió de nuevo, volvió a acelerar y dos metros más adelante paró a dos policías a caballo. Les confesó que yo era un terrorista semiexperto que intentaba hacerle con los documentos de las Cortes de Cádiz para convertirlas en los Cortes de Manga e iniciaron, ipso facto, una persecución al galope hacia mi persona. 

En aquel momento el mundo se detuvo. Ese hombre había mancillado mi nombre, había dado datos falsos sobre mi persona y ahora el mundo entero creía que yo era un terrorista con barba. Y yo no tengo barba. No podía creer que entre tantas personas malvadas que existían en este mundo, él, el mismo hombre al que había intentado fotografiar dentro de su coche en movimiento con la tapa puesta apenas siete segundos antes, me hubiera traicionado. No era el mero hecho de traicionar a un ser humano, no. Había traicionado nuestra relación, nuestra amistad. 

La primera reacción fue de ira, intenté controlarla mientras aquellos dos policías engañados por el enemigo se aproximaban a la velocidad estándar de caballo al galope hacia mí. Aquella adrenalina no era normal, sentía que mi cuerpo se quemaba por dentro, la sangre hervía. No sentía mi cerebro, o más bien lo que la coherencia, que está incrustada en él, me quería decir. Ya no existía. Pues había sido violentamente sustituida por la venganza, la muerte y un pedo oloroso que no pude contener. Si al menos hubiera una forma de hacerles entender su engaño... pero aunque lo intentara no me creerían, pues el miedo y el odio de aquel conductor hacia mí había sido traspasado a sus mentes, igual de fuerte, igual de peligroso.

Los cascos de los caballos echaban chispas, tantas que prendieron fuego a los coches de ambos lados de la carretera, que comenzaron a explotar con violentas sacudidas de gasolina ardiendo. Los peatones que por allí pasaban, no quedarían inmunes. En mal momento las viejas habían ido a comprar el pan. Todas las personas cercanas a los coches empezaron a arder. El asfalto no podía soportar en su estado sólido tal temperatura, por lo que empezó a derretirse. 

Entonces pensé que debía actuar rápido, debía enfrentarme a aquellos dos corrompidos seres. Justo cuando iba a tirarles el único objeto que tenía a mano (una orquídea), una gaviota ciega que tenía cáncer de pico pasó volando rozándome la patilla izquierda, yendo a impactar sobre la nuez del policía de la derecha, el jinete del corcel blanco que tenía el culo lleno de caca. El impacto sucedió en apenas un segundo y cuando nos separaban apenas diez metros. El policía había sido sorprendido mientras sacaba la pistola, una Hecker &Koch USP alemana, por lo que el movimiento de autorreflejo le hizo lanzar el arma hacia delante, cayendo casualmente ante mis pies.

Me agaché rápidamente y me lancé al suelo. Cogí la pistola (la gaviota y el policía de debatían entre ir a la Sureña o a tomar el té al nido de la primera. Pero el tiempo fue su perdición, ya que por aquel momento el asfalto se había convertido en lava y los consumió) apunté al pecho del otro hombre de uniforme pero bajé el visor para coger aire una vez más... estaba muy cerca... ¡No quería hacerlo! iba en contra de mi sentimiento patriótico y de mis creencias, matar no es la solución... ¡pero debía de hacerlo o moriría! Volví a encañonar, mi dedo comenzaba a ejercer presión sobre el gatillo y... BLOOOOMB!!! Un ovni calló encima de aquel pobre caballo.

Estaba impactado, en aquel instante los edificios comenzaron a derrumbarse, los pájaros volaban sin dirección hacia las nubes, a ponerse a salvo... pero eso no iba a ser posible. Miré al cielo y me quedé sin habla. Cientos de miles de naves espaciales empezaron a surgir de la nada estampadas en el cielo. Cuándo aún estaba haciéndome la idea de lo que era real y no la tierra se dividió en dos. Una gran zanja se abrió ante mis ojos a meros metros de mi posición...

Lo que pasó fue lo siguiente. El calor del suelo ardiente convertido en lava, más la explosión del ovni la cual había echo saltar por los aires una sustancia no conocida en la Tierra muy nociva y tóxica había echo que la temperatura aumentara aún más, lo que había originado la creación de un cráter de dimensiones asombrosas. Tal cráter había coincidido a su vez con el choque de las placas tectónicas africana y euroasiática, que provocaron alzamiento de tierras y el escape del líquido magmático que aprovechó dicho cráter. Este  movimiento en las placas terrestres fue justamente necesario para que se movieran todas las demás, alrededor del mundo, como si de un puzle se tratase.

En todas las partes del mundo las montañas se abrieron, los mares empezaron a evaporarse, los bosques a arder... la humanidad pedía ayuda y consejo a la Duquesa de Alba, pero ni siquiera ella, que había sobrevivido a tres matrimonios, tenía idea de cómo burlar al Apocalipsis. Nadie podía, pues el fin del mundo había llegado, coincidiendo además con una invasión alienígena, cuyas tropas observaban atónitas con sus tres ojos por cabeza como el mundo al que habían ido a conquistar se consumía ardiente a sí mismo bajo sus naves. Algunos orinaban sobre sus compañeros, no se sabe por qué.

Los gritos de la humanidad se apoderaron del planeta. El calor y el aumento de CO2 derritieron en unos minutos lo que el calentamiento global no había conseguido durante años: derretir ambos polos. Aquel hielo se convirtió en agua, haciendo que el nivel de agua aumentase en una decena de metros. Los cambios bruscos de temperatura alteraron las corrientes de aire originando choques violentos y dando lugar a tornados y huracanes. Los terremotos hacían vibrar la tierra. Los rascacielos de las ciudades más ricas preparados incluso para aguantar la ira de los dioses caían como si de madera estuvieran construídos. Después llegaron los tsunamis...

La destrucción de lo que durante millones y millones de años había estado en constante formación llegaba a su fin, lo que antaño había sido transformado de energía a estado físico volvería ser energía. El mundo de desplomaba ante fu propia fuerza, no la del ser humano, sino la de la Naturaleza; tan fuerte capaz de destruirse a si misma ante una demostración terrorífica, al igual que impresionante, de poder. 

El viento arrancó lo que de la superficie sobresalía, el agua inundó lo que por gravedad le correspondía, la tierra se resquebrajaba a placer y el fuego consumió y evaporó todo lo que era el todo. 

Y así la Tierra dio fin a su existencia con una explosión propia de supernova, devolviendo al espacio lo que un día fue suyo.

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Os preguntaréis como puedo, si la Tierra fue destruida, escribir esto. Y es que las personas como yo, capaces de escribir el apocalipsis, completamente improvisado, a raíz de un curso de fotografía en Cádiz pueden hacer lo que sea.

Los extraterrestres fueron a comer paella, pero murieron por imbéciles. Haber llegado en los 80, la música molaba más.

Y sí, lo admito: se me ha ido la olla.

Hasta la próxima!

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